Algunos lectores buscaron con curiosidad en el ejemplar del domingo dónde había quedado la segunda parte de ¿Hasta cuándo? publicado en Mercadeo al día el 22 de abril y que buscaba que el comercio reflexionara sobre las estrategias, si se pueden llamar así, que usan para atraer al comprador. Fue tal la aceptación del tema que causó controversia entre algunos lectores que mediante correo electrónico mencionaban algunas prácticas que se pasaron por alto. De igual manera, estudiantes de Administración de Empresas de algunas universidades hicieron aportes. A continuación el complemento de ¿Hasta cuándo?.

* Hasta cuándo se pondrán de acuerdo las personas que promocionan un descuento y que paradas frente al establecimiento dicen a las 3:00 de la tarde “aproveche, queda una hora, sí señores, una hora de esta magnífica promoción”. Y usted pasa a las 6:00 de la tarde y todavía falta una hora para que se acabe la promoción. Esa es una hora bien larga.


* Será que alguna vez los bancos implementarán un plan de contingencia para cuando se escuche en la fila “Nos demoramos un ratico, pues, se cayó la línea” y la persona que hace la fila no sabe si un ratico es media hora, diez minutos, ¿cuánto es un ratico?

* Cuál será el día que el comerciante comprenda que detrás de una bolsa bien presentada está no solo la imagen del negocio sino la mejor actividad de comunicaciones, pues, cuando la gente va a salir a la calle a hacer alguna diligencia prefiere utilizar la bolsa bonita que le dieron en un almacén que usar la de rayas blanco con azul, o la negra que quizás cuestan menos, pero no cumplen con el fin que deben cumplir.

* De qué sirve traer al mejor motivador de personal o capacitador en ventas si las reflexiones formuladas quedan en el olvido a los tres días; pero, curiosamente, la mayoría de los asistentes lleva agenda y anota los datos interesantes. ¿Dónde irá a parar esa agenda? Y para qué tomar nota si de nada ha de servir.

* Será que los teléfonos son los enemigos de las empresas y los empleados que los contestan, pues, a veces se convierte en un reto lograr comunicarse con algún negocio. Cuánto dejarán de vender diariamente por no hacer una inversión y poner otra línea o ampliar el conmutador, y cuántas personas se irán a la competencia en busca de un mejor servicio.

* Podrán los colaboradores de los establecimientos de comercio comportase de la misma manera amable, respetuosa y servicial cuando no está el propietario o habrá que instalar cámaras de vídeo para que la gente se sienta observada y así desempeñe mejor su labor.

* Por qué en algunos establecimientos los artículos, contrario a bajar de precio aumentan considerablemente para después encontrarlos con etiquetas que promocionan un descuento para que el producto vuelva y quede en lo mismo que estaba antes del aumento y la promoción.

* Por qué siguen existiendo avisos que dicen “aquí el cliente siempre tiene la razón”, para que después de comprar y querer hacer un reclamo el único que tenga la razón sea el propietario del establecimiento.

* Para qué poner buzones de sugerencias, si junto a ellos no hay hojas para consignar los reclamos y menos un lapicero para diligenciar el formato o qué hay que hacer si existiendo buzón y formularios el empelado no presta el lapicero para escribir el reclamo. Pero, peor aún, qué pasa si existiendo todos los anteriores elementos los buzones viven llenos de polvo y con un candado de la época de la Colonia que parece no haberse abierto hace años.

* Por qué el aire acondicionado solo funciona o a la hora que llega el dueño o los días de mayor venta, mientras que en otros locales la temperatura es tan agradable que la gente entra y compra.

* Será que vale la pena seguir preguntando “usted va a pagar en Pesos o en Bolívares”

Bueno, Mercadeo al día sale hoy, pues, visita presidencial hace jaque mate a Columna. Espero que estas reflexiones no caigan como decía mi abuelito “en saco roto” y mejor reflexionemos cómo podemos ser cada día un comercio más organizado. De seguro que los beneficios llegaran en poco tiempo.

Denuncia de la semana de mal servicio. Un lector comenta que el fin de semana visitó un centro comercial del hermano país, y al pasar por una vitrina le gustó una prenda. Al preguntar el precio y la talla decidió comprarla, a lo que la vendedora respondió “qué pena es la única que queda, y no la puedo bajar hasta después de las 8:00 de la noche cuando se haya cerrado la tienda”. Y no hubo “poder humano” que hiciera que la vendedora bajara la camisa, pues, se le desarreglaba la vitrina.