12 de agosto de 2007

Cada inicio de semestre universitario me lleva a reflexionar sobre el rumbo de los alumnos que cada noche reciben cátedra sobre cómo gerenciar una empresa, cómo tomar decisiones, qué hacer frente a la competencia y otros temas que buscan forjar a un profesional en administración, competitivo y capaz de enfrentar los retos de un mercado cambiante. Muchos de esos estudiantes no trabajan y sus conocimientos están basados en lo que se les imparte en el aula de clase y en la baja capacidad de investigación de la juventud moderna, que considera que al entrar a la dirección electrónica el rincón del vago.com podrán encontrar la respuesta a sus inquietudes limitándose a lo que una página en Internet pueda contar.

Si este panorama es entristecedor, más grave es el hecho que algunos jóvenes ansiosos de conocimiento se preparan a conciencia con el deseo de aspirar a un cargo ejecutivo, pues, consideran que su condición de universitarios es garantía de contratación. Otros, muy pocos, por el contrario, deciden visualizar una idea de negocios y emprender el sueño de tener empresa. Ante ese futuro hay que tener claros algunos conceptos básicos para lograr la meta. Vale la pena mencionar que algunos de los empresarios brillantes del país y de la región se caracterizan por dos aspectos; los primeros, son aquellos que por iniciativa propia decidieron emprender la aventura y no contaban con una formación teórica sobre cómo se debe iniciar un proyecto y, los segundos son aquellos que a pesar de tener la formación teórica se dedicaron a otra actividad económica ajena a la profesión. Pero en lo que se caracterizan los dos grupos es en la actitud que tuvieron para enfrentar lo desconocido.

Como diría un conferencista, “actitud positiva” esa es la primera clave que todo emprendedor debería tener para que se convierta en el combustible que avive diariamente la ilusión. No se puede pecar de altruista y pensar que solo con buenos pensamientos las cosas se darán por sí solas, lógicamente, eso ayuda y mucho, pero hay que agregarle otros dos elementos adicionales que son el optimismo de que las cosas saldrán bien viéndoles el lado favorable y aprendiendo de los errores, y la confianza de enfrentar con ánimo en un mañana mejor. Sin embargo, y teniendo en cuenta las anteriores palabras, que son alentadoras para iniciar, no se puede desconocer que no hay una fórmula mágica que garantice el éxito de una iniciativa emprendedora, por ejemplo, al dividir anteriormente los dos tipos de personas que iniciaron su proyecto se clasificaron en el primer grupo aquellos que sin formación profesional empezaron, pero ¿dónde está el plan que utilizaron y que se profesa en la formación universitaria que se debe seguir para lograr la meta? ¿dónde están los objetivos financieros, el análisis del flujo de efectivo, las proyecciones de producción o las estrategias de mercadeo? Con seguridad que el primer grupo desconocerá esa planificación de actividades y, a lo mejor, el segundo tampoco la tendrá condensada en un documento.

Lo que si tienen presente estos empresarios es la realidad de un mercado cambiante y competido donde hay dos factores que con seguridad garantizarán el éxito. El primero, es dar al cliente la importancia que se merece, pero, más allá de profesar que el “cliente tiene la razón” que “el cliente sea el foco de toda decisión” con certeza los resultados no solo estarán asegurados sino que serán sostenibles en el tiempo. Y segundo, la visualización constante de los cambios del entorno, incluida la competencia. Considero que enseñar a hacer empresa va más allá de la cátedra magistral en la que muchos de los que se paran al frente de unos jóvenes a formarlos o no tienen empresa o no han fracasado con una o mucho menos están vinculados directa o indirectamente a la vida empresarial. Con seguridad si tuvieran alguna de esas características la juventud conocería la realidad empresarial de viva voz y no limitada a unos textos escritos por autores que orientan el pensamiento de gente que desconoce la realidad de nuestra región y su asimilación de la realidad sería mejor.

Denuncia de la semana de mal servicio al cliente: ¿Por qué el interés de las empresas de tener una página en Internet? Supuestamente, lo hacen para ofrecer a los clientes información, o para que consulten sobre los precios de productos o servicios entre otras acciones. Pero, desafortunadamente, no hay un programa de actualización del sitio y mucho menos nadie se responsabiliza de dar respuesta a los correos electrónicos que envían los clientes. Entonces ¿para qué tanto interés sin una herramienta de contacto abierta las 24 horas solo se mira cuando a alguien se le ocurre?