Es poco probable que una persona al frente de un equipo de trabajo sea querida y apreciada por el personal. La mayoría de las decisiones que debe tomar a diario, con seguridad, no beneficiarán a los colaboradores sino a la empresa y terminará siendo el tirano capitalista que explota al trabajador. Sin embargo, hay verdaderos ejemplos en la dirección de un cargo que sobrepasan el promedio de la gente que ocupa puestos de director, gerente, jefe, coordinador y supervisor, entre otros. De igual manera, hay teorías que van desde las administrativas hasta las matemáticas que ayudan a un ejecutivo a liderar efectivamente el equipo. No trataré el tema relacionándolo con el afecto sino con lo que desean las empresas y los subordinados encontrar en un jefe.
Un verdadero jefe es aquel que sabe de lo que habla con propiedad y evita improvisar. Se atreve a expresar su ignorancia sobre un tema y con la humildad de un niño abre la mente para aprender lo que desconoce. Al terminar el conocimiento agradece a quien le enseñó, sin importarle la jerarquía organizacional. Recuerde que de la persona que usted menos cree resultan ideas con resultados garantizados.
Se caracteriza porque tiene oídos para escuchar lo que se dice en una reunión, comité o en una conversación informal. No es simple oyente, pues, de esa capacidad de escuchar se desprenden innumerables ideas a las que en el corto plazo les pone ruedas y las echa a andar, siguiendo de cerca la iniciativa.
Sabe que su condición laboral lo pone en los niveles superiores de la estructura jerárquica. Nunca olvida su condición de ser humano y que puede cometer errores, asumiendo la responsabilidad. Nunca niega que ante los ojos de Dios todos somos iguales.
En ocasiones deja su fortín de cuatro paredes con excelente ventilación y se mezcla entre los trabajadores saludándolos y observando las deficiencias para mejorarlas. En medio del recorrido toma nota de sugerencias, pues, está convencido de que las personas que contrató son sus aliados y no los enemigos a los que hay que explotar.
Nunca se le escuchan palabras despectivas y menos soeces para dirigirse a un trabajador, porque así como merece respeto todas las personas tienen el mismo derecho. Sin embargo, no es falto de carácter y menos le tiembla la mano para tomar decisiones difíciles.
Está convencido de que los conocimientos se pueden trasmitir. Cuando algo no le gusta no se dedica a humillar o a maltratar a las personas por su condición sino que toma atenta nota y en un diálogo calmado busca encontrar cursos de acción para que los errores no se cometan dos veces. Además, trabaja bajo el moderno concepto de coach para descubrir los talentos de cada colaborador y lograr la sinergia necesaria para alcanzar el bienestar de la empresa y el desarrollo personal de los trabajadores.
Cuando alguien de la compañía necesita respaldo no duda en participar acompañando al trabajo de campo a vendedores, ejecutivos y administrativos para apoyarlos en la gestión. Inclusive, no es un simple espectador sino que toma parte en la actividad.
Y para terminar, comparto esta breve historia que con seguridad le hará saber cuál es la misión de un buen jefe. El año pasado, en Ciudad de Panamá observé con asombro al presidente de una compañía multinacional arrodillado amarrándole el cordón de los zapatos a un conferenciante que acababa de hacer su intervención. El orador le insistía que no lo hiciera; sin embargo, este alto ejecutivo lo hizo y al levantarse le dijo al ponente, “el que no sirve, no sirve”.