Muchas cosas de la cultura local han cambiado en los últimos años, desde la forma de pasar el fin de semana hasta los hábitos gastronómicos de los cucuteños. Se paso de ir al Zulia a refrescarse en el río a pasarse todo el día en algún centro comercial como dignos representantes de la familia Miranda Peladez. Se cambio el mute y los pastelitos por una comida rápida acompañada de papas fritas. La ida a la ferretería o a la papelería del centro por la visita a un local de alguna marca nacional. Ahora, hay menos afanes por comprar la boleta de cine, pues, se hace la reserva por Internet. Cada vez es menor la gente deslumbrada por las escaleras y bandas eléctricas o los ascensores panorámicos. Se ha vuelto más fácil pagar con tarjeta que con efectivo y ya no hay que ir a Bogotá o a San Cristóbal para comprar algo de marca global. Pero, hay cosas que no cambian, una de ellas es la costumbre de que cuando suena la sirena del medio día la gente dice “hay que ir a almorzar”, pueden haberse comido unos pasteles una hora antes, pero hay que ir a almorzar. Muchos de estos hambrientos son aquellos que faltando unos minutos para las doce han apagado el equipo y están como en las carreras atléticas listos en el punto de partida para iniciar la competencia a ver quien llega primero a la salida, y eso si contar, algunos que antes de las doce ya están en la casa.

Pero, todos estos cambios parece que fueran ajenos a algunos negocios donde todavía cierran al medio día y cuando una persona va a entrar a las seis o siete de la noche le cierran la puerta en la nariz porque ya están cerrando. Algunas se rehúsan a recibir tarjetas de crédito y otras cobran una comisión adicional por pasar el plástico. Todavía hay empresas en las que el dueño es el que abre y cierra, lógicamente, a la hora que el quiere y trabaja con gente que le da pereza atender a los visitantes. Son muy pocos los que se han pellizcado y han decidido hacer las cosas de otra manera, es como si ese inconsciente colectivo que por años se utilizo en el comercio se negara a desaparecer. Empresas y empleados que contrario a su misión de servir se dedican a evadir, despreciar y hasta faltarle al respeto a quienes deciden según el temperamento del empleado de turno dejarse atender. Gente que responde cuando un cliente pregunta por un articulo “si lo va a llevar se lo bajo”.

¿Cuáles son las causas de este comportamiento? Quizás las razones hagan parte de la sabiduría popular, pero estoy convencido que las causas pueden ser algunas de las siguientes. Hay gente que esta mamada de hacer siempre lo mismo y ya no lo hacen con amor. Es como cuando en las relaciones de pareja se pierde el amor ya no hay nada. Otros le perdieron la pasión a lo que hacían es como si de tanto soñar en otras cosas hubieran perdido el norte de su trabajo y estuvieran frustrados con lo que hacen. Y están los que el lunes no saben que cara ponerse y llegan con cara de tragedia pretendiendo sonreír a gente que nunca han visto y ni saludan o miran a los ojos porque están muertos en vida. Y otros, que desafortunadamente, son el 5% de la población llegan seguros de lo que quieren; una mejor calidad de vida para ellos y sus familias, y constantemente practican una frase que por años he trasmitido en mis conferencias “Cuando usted hace lo que le gusta y lo hace con gusto a la gente le gusta”. La cuestión es descubrir si usted esta realmente enamorado de lo que hace y la forma para saberlo es respondiendo si estaría dispuesto a ir al trabajo sin esperar que le paguen solo porque usted disfrutar de llegar a ese lugar, encontrarse con los compañeros y conocer gente para poner a su servicio los talentos que usted tiene. Si la respuesta es afirmativa está en el lugar correcto de lo contrario pellízquese y cambie de trabajo antes que lo descubran.