Me encanta encontrar gente a la salida de una conferencia feliz por lo escuchado y hasta hablando de la sabiduría del conferencista, haciendo comentarios de su enriquecida jerga a tal punto que no salen de su asombro, pero curiosamente, pasados unos días nada queda y peor aún, esa misma noche usted se puede atrever a preguntar el significado de alguno de esos términos utilizados por el ponente y la respuesta será similar “no sé, pero ese expositor sabe muchísimo”. ¿Entonces para qué asistió? Asistió? o ¿es qué le gusta pagar para que lo descresten?.

Puede haber tres justificaciones para que esto suceda. La primera, es que muchos de los términos están en idioma extranjero y el preferido es ingles. No es lo mismo que usted diga cuál es el “core bussines” a decir “el eje del negocio” de igual manera resulta absurdo leer en español la cuenta de un hotel de más de tres estrellas “servicio a la habitación” que “room service”. Muchas veces he expresado a los lectores que otro idioma no solo suena más elegante sino que con esa palabra las cosas son más costosas. O qué tal “clase económica” frente a “bussines class”. Entonces superar este problema de léxico solo se puede lograr dedicando más tiempo a la lectura, sobre todo, del conocimiento especifico de su profesión.

La segunda razón la tiene Maquiavelo cuando utiliza la frase “divide y reinaras” inclusive usada por el filosofo de las generaciones colombianas Andrés López en el stand up comedy llamado La pelota de letras. (A propósito, la relación del término “stand up comedy” suena más elegante y costoso que “comediante en vivo”) Algunas personas que tienen la misión de trasmitir conocimiento mediante un seminario o conferencia se dedican a confundir a los asistentes a tal punto que los aplausos saturan el escenario y con seguridad es porque han sido todos descrestados pero quedaron en las mismas. Es lo que sucede cuando en nuestra ciudad traemos gente de otras regiones o países a que nos asombren con Trasmilenio, Metro cable, o que nos hablen de las numerosas rutinas musicales coreografiadas profesionalmente con agua elevándose al cielo a 460 pies desde un total de 1,214 aparatos que emiten agua, el lago artificial de $40 millones y 8.5 además, es el espectáculo gratuito que ha aparecido en numerosas películas, shows de televisión, fotografías y artículos sobre Las Vegas son las fuentes del Bellagio Hotel. Por ejemplo, de que nos sirven esas fuentes, que en verdad son un espectáculo, si la del parque de la fuente luminosa ni siquiera funciona y las pocas fuentes de la avenida cero y el malecón funcionan cuando no se han robado las motobombas. Es más, de que serviría el ejemplo de Disney si para el espectáculo de juegos pirotécnicos de la evolución del mundo que se presenta diariamente y gastan miles de dólares, independientemente, si es temporada o si el parque está lleno de turistas lo hacen igual todos los días. Igual caso sucede con el show de Hannah Montana, High School Musical, el espectáculo de autos y motos o la noche de fuegos “Wishes” en Magic Kingdom. Para qué todos esos ejemplos maravillosos si estamos rodeados de empresarios que cuando no hay clientes no prenden el ventilador y menos el aire acondicionado, que no reciben dinero plástico porque les aumenta los costos y dejan de ganar, empleados que no sonríen porque, sencillamente, no se les da la gana y son descorteses, groseros y tratan a los clientes dependiendo de su vestuario clasificándolos como buenos si están bien vestidos y malos o despreciables si hablan mal, huelen a feo o están mal vestidos. Seguimos trayendo genios que desconocen que es un Mute o que los domingos en la mañana desayunamos con pastel y avena.


Y la tercera y última razón, sin ser la menos importante es porque desafortunadamente “en un país de ciegos el tuerto es el rey”. Por eso, si la ignorancia doliera, el mundo sería bien diferente y cada uno de nosotros haría algo, leer, investigar, cuestionar, averiguar, en fin buscaría salir de la ignorancia para que el éxito estuviera más cerca.