Por años he observado que las convocatorias a seminarios, conferencias y cátedras en especializaciones están rodeadas de la misma pregunta ¿Y de dónde es el facilitador? Ese cuestionamiento pesa más que la idoneidad del ponente o los logros alcanzados dejando una sensación de que el lugareño carece de toda experticia la que quizás pueda tener un extranjero. Curiosamente, ese indicador que puede atraer o no al público es un factor motivacional que representado en la novedad permite una buena asistencia. Pero, por qué sucede este fenómeno que está presente no solo en las labores académicas sino en empresas, deporte y hasta la familia.

Ese inconsciente colectivo establece que existe un lenguaje común a los seres humanos de todos los tiempos y lugares del mundo, constituido por símbolos primitivos con los que se expresa un contenido de la psiquis que está más allá de la razón. Esa razón es la que indica que cuando llega un extranjero, se carece de toda clase de prejuicios y se tiene que lidiar con menos prejuicios siendo capaz de mostrar su obra (pensamientos, posturas, ideas) evitando ser encasillado. Por eso, nuestro colegio, nuestro barrio y hasta la música que escuchamos, crean para bien o para mal un precedente, entonces si estás en otro país, de alguna manera se te mira y reconoce de manera más objetiva por así decirlo, y el único prejuicio que hay es: ser extranjero.

Ahora traslade eso a su empresa y analice cuánta gente llega a capacitar al personal llegando a sorprenderlos y pensando “si esa persona trabajara aquí las cosas serían diferentes”. Pero, eso sucede porque sencillamente usted no ha visto más allá de lo poco que está a su alcance y siendo optimistas si esa persona logrará quedarse téngalo por seguro que la cultura de la organización sería tan resistente al cambio que eso que se predica difícilmente se aplicaría. Ese es un motivo por el que para poder brillar en el propio entorno se necesitan otras condiciones, muchas veces la gente talentosa escondida en la compañía emigra buscando algo mejor, oportunidades de empleo, posibilidad de crecer en otras estructuras menos rígidas y con menores niveles de burocracia. La clase dominante, no deja que nadie de niveles inferiores pueda surgir con buenas ideas o, sencillamente, se las roba para figurar y lograr aplausos frustrando cualquier iniciativa. Por eso, en los países desarrollados la creciente cultura de los “innovas” se ha puesto de moda; pues son emprendedores útiles para la creación de empresa o productos y servicios, y también, para lograr hacer más productivas las empresas existentes.


No importa cuál sea el campo de acción, pero téngalo por seguro que si en nuestra idiosincrasia valoráramos el talento olvidándonos de los cargos, jerarquías y de todas clase de prejuicios podríamos desarrollar culturas centradas en las ideas, las corporaciones serían más exitosas y la gente recibiría el reconocimiento por el que a diario trabajan. Sea proactivo y enfrente el reto, no le aseguro que el camino sea fácil pero si lo logra, el éxito estará su alcance.