Alguna vez ha sentido la distancia estratosférica que existe entre usted y algunos profesionales? Hay unos a los que hay que dirigirse anteponiéndoles su título profesional, pues de lo contrario, se sienten ofendidos. Esas ínfulas de grandeza me causan curiosidad cuando visito el condominio “El descaso eterno” y observo las lápidas de cada parcela con los nombres de sus residentes sin ninguna designación profesional. Hay otros, que su crueldad llega al extremo de minimizar las calidades y sueños de sus colaboradores, y hasta cuestionan sus comportamientos, como si ellos fueran los paladines de la justicia que tienen la verdad suprema. Un ejemplo reciente es una honorable senadora de Paraguay que trinó: “Si se dirigen a mí les pido que lo hagan llamándome doctora o senadora, recuerden, soy una autoridad electa por el pueblo”.


¿A quién se le podría atribuir la responsabilidad de este infame comportamiento? Quizás sea una combinación de la formación recibida en la familia y en la academia, o tal vez, a factores sociales que incitan a tener ese tipo de conductas. Sin embargo, los claustros universitarios tienen mucha responsabilidad teniendo en cuenta que sobre ellos recae la tarea de formar al estudiante en matemáticas, economía, leyes y estrategia, entre otras, pero en ninguna enseñan cómo dar un buen trato humano o la disposición a servir a los demás. Por eso, para lograr una transformación cultural se requiere hacer ajustes a los programas de formación que con seguridad, en el futuro, entregarán profesionales más humanos que se interesen por el cuidado del cliente y los colaboradores.
Ese pénsum tendría asignaturas como: “Actitud de servir”, que se impartiría en todas las carreras. Razones para incluirla son varias, pero la base la tiene Harvard, que demostró que el 88 % del éxito de una persona radica en su actitud frente a la vida. Sin embargo, en un estudio que realizaron durante 40 años comprobaron que a pesar de haber tenido los mismos profesores y programas académicos solo el 7 % de esos egresados ha logrado triunfar. Esa “actitud de servir” debe basarse en la connotación de la palabra servicio que es “ser útil”. Por ejemplo: Todo profesional de la salud debería para graduarse pasar por la fundación “Dr. MejoRÍA” que lleva la terapia de la risa a niños que padecen enfermedades como el cáncer, y de manera voluntaria, han llegado a cortarse el cabello para sintonizarse con sus pacientes. Ahí es donde lograrían tener la sensibilidad que a muchos les hace falta, y eso es verdaderamente disposición a servir.
Otra asignatura sería “Administración de emociones”. Está demostrado que el 95 % de nuestras decisiones son emocionales, y de eso, muy poco sabemos. Así lo evidencia jocosamente la filósofa creada por Quino que con una curita en la mano se preguntaba ¿Y cómo se hace para pegarse esto en el alma? Imagínese temas como: optimismo, resiliencia y proactividad, que permitan saber reaccionar positivamente ante las circunstancias de la vida. Por ejemplo: La clase de optimismo sería impartida por un líder de venta multinivel que tiene que mantener el entusiasmo de su fuerza de ventas, pues a diario presentan el negocio a 10 personas y 9,5 le dicen que no, y el 0,5 restante queda en la indecisión de aceptar.
Si lográramos adicionar estas asignaturas, la calidad del servicio, desde el más alto nivel hasta el cargo de menor jerarquía, estarían volcados a descubrir cómo ser útiles al cliente y ahí es donde empieza el buen servicio.