¿Por qué hay empresas que evolucionan cada día y seguirles el paso se vuelve una tarea quimérica, y otras, por el contrario, desfallecen en el intento? Con seguridad será interminable la cantidad de alternativas de respuestas, una de ellas citando a Michael Porter podría ser que se dedican a hacer de todo y pierden su enfoque sin atreverse a renunciar a otras que no deben hacer. Quiere decir que una estrategia es no hacer de todo.
 
Según el anterior planteamiento, ¿Qué diferencia radical existe entre la que evoluciona y la que se estanca o quiebra? Y la diferencia está en la calidad del pensamiento de los directivos de alto nivel (CEO), es decir, que hay gerentes y gerentes estratégicos. El primero es el que se dedica a administrar el negocio controlando los costos, las ventas, el personal, entre otras, tomando decisiones cada día que van desde la complejidad de seleccionar las fuentes de financiamiento hasta el color de los uniformes del personal de la organización. El segundo, por el contrario, tiene un equipo de trabajo para lograr esos propósitos y habitualmente hace un alto en el camino para pensar estratégicamente.
 
Ahora reflexione, ¿cuándo fue la última vez que se reunió con su equipo de directivos lejos de la empresa y totalmente desconectados a pensar ¿Cuál es el rumbo que debe tener la organización?, ¿Cuándo salieron de la comodidad de las oficinas a visitar la competencia, a tocar a la puerta de los clientes para dialogar con ellos y a conversar con los que no volvieron y que aún siguen consignados en su base de datos? Y sin ir tan lejos, cuántas veces se sentó a observar cómo la gente de sus oficinas presta sus servicios al cliente con el ánimo de encontrar la razón de las bajas ventas. Si solo se dedica al día a día le aseguro que los resultados de negocio cada vez serán menores y el futuro estará lleno de riesgos que minarán el crecimiento.
 
Estas acciones básicas pueden ser combinadas con estudios de mercado que identifiquen cuál es la reputación de la empresa, la satisfacción y lealtad de los clientes, el posicionamiento de la marca y otros que con seguridad le permitirán fortalecer el pensamiento objetivo de la directiva y les permita emprender acciones que sean coherentes con el direccionamiento estratégico plasmado en la visión, misión, objetivos y valores, conceptos que en las empresas que carecen de un gerente estratégico, están colgadas en la pared, mientras que en el otro caso son interiorizadas, sentidas y exteriorizadas por todo el personal.

Ese alto que se plantea es necesario para formular con anticipación un plan empresarial acorde con las necesidades del mercado que estará siendo monitoreado periódicamente y ajustado a los cambios del entorno y que tendrá asignados los recursos para su ejecución. Si usted lo único que pregunta cada noche en su negocio es cuánto se vendió, le aseguro que el futuro será incierto, mejor pregunte ¿cuánto dejamos de vender, qué preguntaron los clientes, cuántos entraron y no compraron?, la respuesta a estas inquietudes le dará una idea que aportará a su pensamiento estratégico y los resultados de negocio cambiarán.