Cada día las empresas destinan la mayor parte de los presupuestos a realizar campañas publicitarias en medios tradicionales como la radio, la televisión y la prensa y en no tradicionales como mensajes de texto, blogs, redes sociales entre otros. El objetivo: atraer compradores. Buscar que la mayor cantidad de gente impactada con los mensajes se entere de que existen los productos o que tienen una nueva oferta. Pasado el tiempo los resultados se empiezan a alcanzar, es decir, luego de recibir esa información, estimulación o recordación la gente empieza a comprar. Después, de gozar del éxito de esa campaña de comunicaciones las empresas dejan de comunicarse y se desaparecen por un tiempo. Pero cuando notan que las ventas empiezan a bajar vuelven a inventarse una novedosa forma de comunicación para que la gente no los olvide. Lo mismo sucede con otro de los pilares fundamentales del mercadeo que es el servicio al cliente. Cuando abre las puertas un establecimiento hasta el vigilante sonríe, el dueño o el administrador están en la sala de ventas saludando y conversando con los clientes, los teléfonos son contestados de inmediato, ni siquiera el formalismo de los tres repiques existe, y si usted se queja hasta le dan un reglo. Ahora, recuerde cuantas empresas nacionales llegaron a nuestra ciudad con esa estrategia y ahora a usted le toca perseguir al empleado para que le dé información sobre los precios de un artículo para su hogar o dónde conseguir el texto que quiere leer. Ante ese panorama es como si el fenómeno que he resaltado en varios artículos sucediera “ser exitoso puede conllevar al fracaso”.

Este breve análisis al que falta adicionarle la calidad de la mercancía que compra cuándo una empresa inicia termina siendo diferente cuando pasan los años y crece sin verse reflejado ese cambio en los precios, porque siempre suben y la calidad ya no es la misma. Ahora, ¿qué relación puede tener un producto o servicio con las campañas de quienes desean asumir el liderazgo de nuestra querida Colombia?. Porque no hay ninguna diferencia no es sino recordarlos subidos en las tarimas de la plaza pública ofreciendo cosas: unos suben los sueldos otros los bajan, unos son de una religión y al otro día dicen que son de otra, es más, son tan audaces que ofrecen construir puentes donde no hay ríos y si no hay río pues lo manda hacer. Tal como lo dice una canción popular, hasta alzan a los niños, besan a los ancianos, visitan a los enfermos y se ven tan cercanos a la gente que parecen el vivo retrato de una campaña publicitaria en su etapa de expectativa y lanzamiento. Pero, cuando llegan al poder, quizás por lo complejo del cargo, se olvidan de la gente y suben los impuestos, favorecen a los empresarios contrario a lo que ofrecieron a la clase trabajadora y se convierten en seres inalcanzables que ahora se preocupan por si bombardean o no a otro país o si firman un tratado que favorezca económicamente a los pocos amigos que tienen y no a la mayoría del pueblo.