No podemos desconocer la historia que con ejemplos de todo tipo ha demostrado las consecuencias de creerse grande y poderoso, ejemplos como el del Titanic que se vanagloriaban diciendo que ni Dios podría hundirlo, David que venció al gigante Goliat, así como el de innumerables empresas y personajes que han desaparecido por creerse su grandeza.

Un reciente caso es el de Kodak que fue fundada en 1892 y durante muchas décadas fue una de las más grandes compañías del mundo. Hoy estaría preparando los papeles necesarios para solicitar la protección del Capítulo 11 (convocatoria de acreedores) si no logra reunir el dinero que necesita vendiendo patentes de su cartera de negocios, pues, está al borde de la quiebra.

Una forma de entender lo que pasó, es mediante la lectura de: Los siete pecados capitales de Peter Drucker que hacen referencia a los “Errores evitables que dañarán a las empresas más poderosas”. Drucker, planteaba que las compañías que llegaran a su fin serán aquellas que: “mantengan su preocupación por mantener altos márgenes de ganancia y maten la oportunidad de mañana en el altar de hoy”.

A Kodak le paso que el dinero llegaba en grandes cantidades con un generoso margen de ganancia que se mantuvo en el tiempo a punta de vender rollos fotográficos, pero, estar alejados de un mercado lleno de consumidores que evolucionan permite que aparecen nuevas tecnologías que, curiosamente no son vistas por el grande, por estar en su zona de confort sino por empresas pequeñas que pueden terminar cambiando el modelo de negocio.

Por eso, “nos aferráramos al pasado con tanta fuerza que ignoramos el futuro” y por eso “el mayor error fue no haber identificado que el futuro del rentable negocio de las imágenes químicas iba a terminar”, dijo Switkowski, exejecutivo de Kodak, quien trabajó en la compañía desde 1978 a 1996. “La estrategia fue optimizar ganancias con un negocio que estaba condenado a morir”.

Lo curioso es que la fotografía digital había empezado a usarse pero no garantizaba una fuente constante de dinero, los rollos fotográficos eran demandados por la gente que compraba más y más, y no vieron la oportunidad de entrar al mundo digital. Quizás si lo hubieran hecho habrían logrado evolucionar y transformar sus operaciones para mantenerse exitosos en el siglo 21.

Por eso, creerse grande es un serio problema que padecen no solo las empresas sino también sus ejecutivos que olvidan que el futuro siempre llega más rápido de lo que pensamos y cuando se quiere reaccionar ya es demasiado tarde.