En esta época se volvió habitual hacer reconocimientos como un símbolo para agradecer a quienes cada día salvan vidas, protegen nuestros bienes o transportan domicilios, entre otros. Algo similar sucede, pero, esporádicamente en las empresas, reconocemos al trabajador con mejor desempeño o por los años de servicios prestados, pero, siendo objetivos nos enfocamos más en las oportunidades de mejora que en celebrar lo positivo, es como si diéramos por hecho que todo debe salir bien, y para quienes ocupan posiciones de privilegio, es irrelevante lo que tuvo que pasar la gente para lograr el objetivo, pero hay otras compañías y líderes que celebran los pequeños grandes logros. Me apasionan algunos equipos de ventas que cuando llegan a la meta o corredores de bolsa que cuando cierran una gran negociación tocan una campana o un silbato como para decir “lo logramos”.

Y aunque parezca inverosímil por años existieron miles de héroes, que, por lo general, permanecieron en el anonimato corporativo, sin embargo, para los clientes eran quienes hacían la diferencia. Son esas personas que irradian energía positiva por su buena actitud, y que, sin importar el ritmo de la jornada, te saludan, acompañando su rostro con una sonrisa, nunca tienen excusas porque solo piensan en servir y hacerte feliz, y con su personalidad, independientemente de la edad, siempre dejan una huella imborrable por su calidez. Esos “titanes del servicio” que solo podría existir en conferencias o en libros mitológicos aparecen en tu vida como por arte de magia. Recuerdo que en nuestras pasadas vacaciones familiares nos encontramos a “Lucho”, pues, así se hace llamar, será tan fantástico el servicio que presta este paladín de las experiencias, en un resort de Santa Marta que el niño cada mañana se levantaba diciendo “y dónde está lucho”.

“Lucho” fue tan especial porque proyectaba felicidad, y la verdad, no creo que haya participado de ninguna capacitación que promoviera la felicidad corporativa, porque sencillamente, está haciendo lo que le gusta, eso lo lleva en su ADN, lo emana en cada respiración. Ahora le pregunto, ¿usted, se siente feliz haciendo lo que hace?, ya que no importa ser mesero, albañil, ejecutivo, profesor o piloto, por mencionar algunos trabajos, en los que, a lo mejor, sin conocerlos o verlos, la gente percibe su grado de felicidad. ¿Quiere comprobarlo?, le propongo que recuerde ¿Cuántas veces antes de iniciar un vuelo a escuchado con claridad y buena energía al piloto dándole la bienvenida, mencionado el estado de la ruta y el tiempo aproximado de vuelo? evidenciando con lo que proyecta su voz, si el capitán está feliz, y de eso, con seguridad dependerá la calidad del trayecto.

Así que como estamos en época de reconocimientos, vale la pena proponer un diploma, medalla, pergamino, trofeo o cualquier símbolo para entregarle, así sea digitalmente, a quien quizás, sea uno más en la lista de empleados, pero para los clientes, son el alma del lugar, así que para nosotros el candidato a personaje de “Servicio al cliente inolvidable” es el señor “Lucho”, y como estoy convencido que hay muchos más como él en el planeta, lo exhorto a pensar a quién podría postular para tan importante distinción con el ánimo agradecerles, y luego, estudiarlos científicamente para capturar parte de su ADN y poderlo propagar entre los colaboradores de cualquier organización, solo de esta manera podríamos tener clientes felices y asegurar los ingresos para siempre.