Por años la cátedra universitaria ha sido una de las actividades profesionales que más me gusta y que con el tiempo me ha dado grandes satisfacciones personales. Puedo contar innumerables casos de jóvenes estudiantes que son gerentes de bancos, trabajan en cargos directivos de grandes compañías nacionales e internacionales, se desempeñan en el sector público con honestidad y eficiencia y algunos lograron convertir una idea en realidad y hoy son empresarios. Ante este panorama lo más importante es que son reconocidos por su calidad profesional independientemente de la universidad y de los profesores que los formaron. Estoy convencido que lo que motiva y la mejor paga para un docente es saber que muchos quizás ya lograron cumplir la premisa de que “el alumno debe superar al maestro” y con satisfacción los he escuchado haciendo una ponencia en un congreso, expresando sus opiniones en una entrevista o leyendo sobre los logros alcanzados en la empresa que dirigen, es más, ganando mucho más dinero y posición social que cualquiera de los que han sido sus profesores. Y los felicito, por su empuje, capacidad de enfrentar los problemas y adaptarse a los cambios, pero, sobre todo, por la pasión que le ponen a lo que hacen por eso han llegado donde están.

Pero, ¿qué le estará pasando a la juventud? Una juventud llena de energía, más saludable, con más recursos disponibles de información, con más libertad para tomar decisiones, con mejores metodologías de aprendizaje, con opciones económicas para lograr una meta profesional, es más, tienen hasta el apoyo del estado para desarrollar proyectos emprendedores. Pero, da tristeza verlos sentados en una salón “muertos en vida”, sin ganas de opinar, cuestionar o participar solo motivados por una nota que es el resultado de repetir y repetir un tema hasta que lo memorizan para que pasados un días no se acuerdan de nada y digan “eso no lo hemos visto”.

¿Quién es el responsable de esa actitud que le da tristeza hasta el que da clase por ganarse lo de una hora? ¿Serán los profesores que no los motivamos? ¿Serán los padres de familia que en su afán de ser mejores que sus progenitores los sobreprotegen y consienten como si aún fueran bebes? ¿Serán las universidades que a pesar de que muchas buscan nuevas metodologías de enseñanza no logran sintonizarse con ellos? ¿Será el gobierno que busca más profesionales y prefiere la cantidad que la calidad? o ¿Será la sociedad que impone como requisito tener una profesión independientemente si la persona estudio lo que le gustaba?

¿Por qué son más los perezosos, apáticos e irresponsables que los creativos, recursivos y apasionados que no tragan entero y con argumentos cuestionan y exigen más de los docentes? ¿Por qué la mayoría estudia para un parcial y al otro día no tienen ni idea de lo que respondió? ¿Por qué teniendo la cantidad de recursos para hacer una investigación se limitan a digitar en el sitio del rincón del vago.com o en san google el tema del trabajo y si no aparece la respuesta desisten en el primer intento? ¿Por qué evitan participar en clase perdiendo la oportunidad de equivocarse y hasta de aprender a dominar el miedo escénico? ¿Por qué los trabajos los entregan llenos de errores ortográficos y hasta los pegan tal como los copiaron de internet sin tomarse la molestia ni de cambiarles la fuente?


Puede haber múltiples respuestas, pero, la vida real, aquella donde no califican con una nota sino renovando un contrato, esa es la que los juzgará. Aquella donde no valen las influencias de los padres para abogar por un hijo. Esa en la que no hay profesores que dan oportunidades sino jefes que humillan, gritan y ofenden, jefes que no entienden razones, ni dan oportunidades y solo dicen “estas despedido”. Una vida real en la que hay que asumir las obligaciones financieras y pagarlas a tiempo para no dañar la hoja de vida en las centrales de riesgo. Esa, es la que les hará entender que si se quejaban de lo duro que les hablaban los profesores y padres de familia, eso no es nada, comparado con lo que les espera. Entonces, usted de qué lado está ¿en el de los muertos en vida o en el lado de los que van a dirigir el mundo?.