Hace poco en una jornada universitaria formule un trabajo a los participantes: debían salir a la calle y filmar personas. ¿Pero, qué les filmamos? Preguntaron. Tomen imágenes de la gente en ambientes urbanos; caminando por la calle, viajando en bus, haciendo la fila, entre otras y, específicamente, tomen imágenes de sus rostros. A la semana, después de editarlos para verlos en una sesión de media hora analizábamos la fisionomía de la gente y llegamos a la conclusión de que el 99% de los que habían sido filmados en sus caras se notaba tristeza, amargura, soledad, antipatía, hostilidad, desesperación y que curiosamente todas esas gentes generaban la percepción de que gozaban de salud, trabajo o compañía. Terminada esa etapa del ejercicio decidí mostrarles el video que había preparado en el que aparece un personaje que recorre las calles de nuestra ciudad con saco y corbata y le dicen “el doctor” y quien a pesar del calor de la ciudad camina con una sonrisa de oreja a oreja. También, les mostré unas imágenes de unos niños en un parque corriendo de un lado a otro inspirando una alegría envidiable y para finalizar un grupo de ancianos alojados en un albergue celebrando con cantos, bailes y muchas risas un encuentro de amistad.

Pero ¿qué relación tienen las personas del primer grupo preparado por los estudiantes con las del segundo? ¿y qué relación tiene este tema con Mercadeo al día? La explicación es muy sencilla. Cada uno de nosotros anda por ahí mostrando un rostro que aleja la mirada de aquellos que nos observan generándoles una percepción negativa de nuestro ser y esa es la primera impresión que la gente se lleva de usted y así es como se vende ante los demás. Es como si decidiera comprar un pan y estuviera aplastado o sucio, con muestras de una mala manipulación con seguridad usted no se lo llevaría a casa. O como si el televisor que compro para ver hoy el final del mundial estuviera en una caja arrugada o rota ¿qué impresión se llevaría del producto que compró? Sin embargo, y lo más curioso, es que muchas de esas personas lo tienen todo; un lugar donde vivir, un trabajo en el que ganen mucho o poco les permite conseguir los alimentos para las tres comidas del día, además, gozan de la compañía de los padres, hijos, parejas o hermanos y a pesar de eso hacen mala cara a los clientes de la empresa en la que trabajan, tratan con arrogancia a sus seres queridos y los bienes materiales que han logrado conseguir ya ni los cuidan porque viven ambicionando lo de los demás.


Por eso, si usted quiere venderse con éxito y no tiene lo que quiere, pues, quiera lo que tiene y no ande por ahí con tristeza y amargura contagiando a los demás de su enfermedad. Observe la alegría con la que los niños y los ancianos viven cada día y este loquito que anda a lo mejor no tenga motivos pero a pesar de todo siempre sonríe. El problema es que la quejadera es muy difícil de exterminar y si usted sufre de esas parálisis no quiero imaginármelo en una entrevista de trabajo quejándose y poniendo cara de tragedia logrando generar una percepción negativa y hasta lastima y hoy las empresas no pueden darse el lujo de tener este tipo de personas y si existen que preferiblemente trabajen en la competencia. Lo invito a darse la oportunidad de sonreír no se imagina a cuántas personas les podrá alegrar el día y no se preocupe por la cara que tiene, esa fue la que le toco, mejor preocúpese por la cara que le pone a la gente todos los días, bien decía Mafalda “comienza tu día con una sonrisa, verás lo divertido que es ir por ahí desentonando con todo el mundo”.