La situación del clima en la actualidad es preocupante y aquel que aún lo dude debería salir un poco más y dedicar recursos para hacer su aporte previniendo peores desastres que los que están por venir si seguimos con el uso irracional de la energía no renovable, el abuso de las cuencas hidrográficas y el absurdo consumismo que no ha encontrado la forma de educarnos y hacernos consumidores socialmente responsables, que reciclemos la basura o que dejemos a un lado los productos que contaminan el medio ambiente. No se pretende hacer una ponencia sobre las innumerables formas en que consumidores y empresas pueden hacer algo para salvar el planeta y dejar algo para las nuevas generaciones sino que se busca hablar sobre otra crisis, esa que tiene una relación directa con las personas.

Esta crisis no es de recursos naturales sino de recursos humanos y de la manera como usamos nuestros talentos, pues, hay personas que pasan toda su vida sin ponerle sentido a alguno de esos talentos, otros mueren sin haberlos descubierto y una pequeña parte de la gente consideran tenerlos pero piensa que no son realmente buenos en nada. Bien lo decía el pensador económico y autor de la Introducción a los principios de la moral Jeremy Bentham “hay dos tipos de personas en el mundo: las que lo dividen en dos clases y los que no”. Por eso, hay personas que no disfrutan lo que hacen, simplemente pasan toda la vida acostumbrándose. No tienen ninguna pasión por lo que hacen, sufren en lugar de disfrutar y viven esperando a que llegue el fin de semana. Contrario a esta clasificación de personas están las que disfrutan de lo que hacen y no se imaginan haciendo otra cosa y para ellos es más importante lo que son que lo que hacen. Desafortunadamente, este grupo de personas es la minoría.

La reflexión sobre este tema que debería ser de interés para los mandatarios sin importar el nivel jerárquico y que tiene una incidencia directa sobre la fuerza laboral del país es la forma de educar a las nuevas generaciones que en realidad los aleja de sus talentos. Es ahí donde los recursos humanos deben ser como los recursos naturales, pues, estos últimos están enterrados y es nuestro trabajo ir a buscarlos, pues, no están en la superficie. Hay que crear un ambiente propicio para que surjan por sí mismos. ¿Qué pasaría si con la educación hiciéramos lo mismo?. Deberíamos dejar evolucionar el modelo tradicional de educación de ejecutivos que está sujeto a una nota o al criterio de un docente que poco o nada sabe de la realidad empresarial y que en muchos casos se dedica a exterminar los sueños de muchos jóvenes profesionales en formación convirtiéndolos en robots, seres que hacen pero que no proponen. Cuántos casos existen de gente exitosa en la música, en las empresas, en el baile que los mismos profesores le calificaban mal, sencillamente, porque no estaba dentro del estándar. Sería mejor dejar de evolucionar ese modelo para revolucionarlo al entorno actual y transformarlo en un modelo que sea en realidad el que permita el entorno favorable para que los talentos florezcan.


Pero, esta revolución en la formación podría convertirse en tiranía y de igual manera puede suceder en las organizaciones donde las cosas no pueden hacerse de otra manera porque, sencillamente, así se han hecho durante mucho tiempo. Para quienes piensan así al frente de una organización Abraham Lincoln les plantea “Los dogmas del pasado sereno no concuerdan con el tumultuoso presente. La ocasión es una montaña de dificultades y debemos crecer con las circunstancias” No se trata de ponernos a la altura de las circunstancias sino crecer con ellas. “Desencantemos” de la forma en que hacemos las cosas en la actualidad, pues, muchas de ellas, las hacemos porque las damos por sentadas y enfrentemos las nuevas circunstancias en las que solamente las ideas nos permitirán alcanzar el éxito.