Mileva Maric, la mujer con el mejor físico
del mundo el Dr. Albert Einstein
Inversiones multimillonarias se han realizado en los últimos años para satisfacer la necesidad de la gente de sentirse mejor, ahora un aumento de senos, glúteos, estatura o la eliminación de grasa, manchas en la piel, entre otra cantidad innumerable de opciones son la herramienta predilecta para elevar la autoestima de las personas. Además, logra otros efectos como: llamar la atención, atraer al género opuesto, tener más opciones para calificar en un cargo y recibir halagos de otras personas.

Viéndolo desde el enfoque del “marketing personal” esta es una excelente oportunidad para que las personas que se someten a estos dolorosos y extensos tratamientos mejoren el “empaque o presentación” del producto, sin embargo, olvidan que esta estrategia que los favorecerá notablemente no servirá de nada cuando se confronten: presentación y contenido y resulte que no concuerda ninguno de los dos elementos. Para evidenciarlo observe las sílfides y los adonis que lo rodean y verá que muchos de esos esculturales cuerpos se ven opacados por personalidades pedantes y arrogantes que carecen de amabilidad, humildad, y especialmente, de la capacidad de servir, seguramente, porque creen que gracias a sus atributos el mundo es el que debe servirles.

Lo curioso de esta realidad es que la mayoría de los procesos de selección están diseñados para conocer “el ser” y “el saber” pero no para identificar la disposición a “servir”, ya que en el momento de una entrevista todos muestran su mejor cara y en ocasiones ese empaque llega a deslumbrar a tal punto que se considera que entre la belleza física y la personalidad existe una relación directamente proporcional y la realidad es muy contraria. Sin embargo, se termina contratando gente simpática pero no empática, gente bella exteriormente pero que adolece de esa belleza interiormente, gente que le da más importancia a satisfacer las necesidades los jefes y compañeros que las necesidades de los clientes y visitantes porque consideran que los primeros son los que le pagan el sueldo y la verdad es que los clientes son los que soportan hasta situaciones incomodas para que con el fruto de sus compras se les pague la nómina.

La sabiduría popular promovía el “don de gente” que en realidad es un “don” porque por más libros, cursos y hasta talleres de coach en lo que se participe eso no se aprende. Ese carisma nace en la persona cuando se tiene la mejor disposición y energía a servirle a los demás de manera desinteresada, independientemente de la profesión, cargo, salario o posición social que se ocupe. Personas que carecen de ese “don” deberían alejarse de los momentos de verdad, sin embargo, independientemente de su género esa es la gente que se ubicada en los puestos de recepcionistas, asesoras(es) entre otros, que se caracterizan porque físicamente son muy agradables pero castigan al cliente con su negativa personalidad y actitud dejando una negativa experiencia entre los visitantes.

Tres competencias fundamentales agrupan el “don de gente”: la escucha asertiva, la orientación al servicio y la pasión. Si los equipos de trabajo que están de cara al cliente gozan de estas competencias los resultados de negocio tendrán asegurados los ingresos, la satisfacción y la fidelidad en los clientes. Si desea hacer un comentario escríbame a: mercadeoaldia@gmail.com. Gracias.