¿Alguna vez ha sentido que sus capacidades laborales, gracias a su formación e interés por progresar, son superiores al trabajo que desempeña actualmente, y por eso, sueña con subir de nivel jerárquico para demostrar de qué está hecho? o ¿Cuántas veces se ha presentado a un concurso con la aspiración que le den la oportunidad de progresar y asumir otros roles con más responsabilidad sin tener la suerte de su lado? Pues, estas razones, entre otras no menos importantes, son por lo general, el punto de partida para que la gente talentosa decida abandonar una empresa y buscar nuevas oportunidades para su desarrollo personal y profesional.


Esta es una verdad de la que se trata en las cafeterías, pasillos y reuniones informales cuando los colaboradores conversan sobre su inconformidad por no ser tenidos en cuenta para ser promovidos a nuevos cargos, luego de que una y otra vez lo intentan. Lo curioso es que muchas veces ya están encargados de la plaza y la empresa prefiere buscar y buscar otra persona con unas cualidades y capacidades propias de una deidad que pueda ser respetado o temido por ser la novedad. Curiosamente, algunos procesos prefieren premiar a una persona ajena a la empresa para “dar un nuevo aire” que analizar los costos de la rotación de personal y la curva de aprendizaje que pueden demorar meses, además, de los re-procesos y errores propios de ese escenario.

Ahora, esta situación podría tener dos frentes, aquel en el que el colaborador quiere participar en la convocatoria solo por mejorar su remuneración salarial, así no sea el trabajo de su vida, o lo motive y rete cada día a dar más, situación muy fácil de evitar mediante la definición de unos criterios objetivos y rigurosos que minimicen la participación de estos personajes. El otro frente, es aquel en el que la persona participa porque ese cargo lo ambiciona más por sus deseos de brillar que por lo que le van a pagar, lógicamente, el dinero también suma.

A pesar de estas razones, la gente renuncia más que al trabajo, al jefe que tiene, especialmente, porque no valoran el talento que tienen a su lado, talento, que previamente fue seleccionado y es digno de hacer parte de la plantilla, entonces, ¿cuál es la limitante para no dejarlos brillar en otra posición? Desafortunadamente, una vez claudican en el intento siempre se les pregunta “¿Y por qué nos dejas?”, pero no se atreven a decirle “¿Por qué no te quedas?  

Es responsabilidad de quienes ocupan un nivel jerárquico privilegiado abandonar la idea de que si un colaborador es bueno en un cargo es preferible dejarlo en ese lugar el resto de su vida, a lo mejor, por el temor a que su reemplazo se equivoque o no haga el trabajo igual. Hoy, es prioridad ocuparse por la salud emocional de quienes están a nuestro cargo y darles alas, pues, el éxito de un líder se basa en la capacidad de rodearse de gente, preferiblemente, más talentosa que él.