En medio de las carencias humanas, pero, principalmente de la búsqueda de atención o reconocimiento, aparecen miles de generadores de contenido.

Diariamente nos bombardean las siguientes frases: Estos son los 3 consejos que necesitas para mejorar tu vida. Tip´s para bajar de peso # 2. Te voy a enseñar un truco para ganar U$10.000 en una semana desde la comodidad de tu casa. Herramientas que necesitas para ser exitoso en 2021. ¿Quieres aumentar tu energía? ¿Sabías que la felicidad está dentro de ti? ¿Quieres saber si te hacen brujería? Te tengo la contra ideal. Lo curioso, es que cada una de esas frases está acompañada de: sígueme, dale me gusta, activa la campanita y comparte, entre otras.

Vivimos en modo “chilitos azules”, si los del WS, queremos todo ¡Ya! Bajar de peso en casa sin mover una pluma, que un buen trabajo toque a nuestra puerta, ganar dinero vendiéndonos, literalmente, en redes sociales siendo influencers o haciendo publicaciones para adultos que tienen sus frustraciones o fetiches. Todas estas alternativas se han convertido en una fuente de ingresos que ofrecen la receta mágica o la fórmula del éxito para ser emprendedor, profesional o tener una relación de paraje saludable, y hasta, envidiable. En medio de todas estas carencias humanas, pero, principalmente de la búsqueda de atención o reconocimiento, aparecen miles de generadores de contenido, unos con sólidas bases de conocimiento, y otros, en búsqueda de incautos, unos con contenido de valor y otros contorsionándose con prendas diminutas motivados por monetizar su humanidad.

Esta cultura claramente sometida por quienes nos conocen tan bien, gracias a los algoritmos y análisis de tráfico o de preferencias, entre otras, llegan a saber cosas que ni siquiera sabemos, conscientemente, de nosotros mismos, todo eso gracias a la huella que vamos dejando en el ambiente digital. Ante esa maravillosa oportunidad, las marcas saben que carecemos de amor propio, ¿o acaso no ha usado un filtro en sus imágenes? A lo mejor, queremos vernos con el corazón así a la mente le cueste trabajo aceptar el mismo rostro de siempre. Esta aberrante situación es más evidente entre los adolescentes, que han llegado a suicidarse porque lo que ven en sus publicaciones no encaja con el estereotipo de lo que quieren ser ante una sociedad, y muchas marcas irresponsables, e influencers, se han encargado de mandar al carajo los valores sumergiéndonos un mundo de trivialidades.

¿Quién o quiénes son los responsables? Podría entrar en un dilema ético, pero como marketer estamos siendo llamados a gritos a darle un propósito diferente a las marcas que no solo sea ganar dinero para enriquecer a sus accionistas, sino para conectarlas con una sociedad en la que cada uno sea el artífice de cambios radicales positivos y que las marcas utilicen su poder como un bastión que resalte los valores de mejor sociedad.

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